Lilith

Lilith

martes, 11 de noviembre de 2014

EL RELOJ ASESINO (John Farrow, 1948)



Como tantas películas de la época dorada de Hollywood, esta es la película de un crimen, y de un falso culpable que luchará hasta su último aliento por demostrar su inocencia. Protagoniza la cinta un correcto Ray Milliand (quien trabajó a las ordenes de Hitchcock, Tourneur, Wilder, Cukor, Leisen...), junto a Maureen O'Sullivan y al gran Charles Laughton. La película es una adaptación de una novela de Kenneth Fearing, y en 1987 conocería una nueva adaptación con No hay salida, película de Roder Donaldson protagonizada por Kevin Costner y Gene Hackman.

La película se inicia con una panorámica de la ciudad de Nueva York por la noche ligeramente contrapicada, y poco a poco va cerrando el plano hasta introducirse en el interior de uno de los edificios de oficinas en el que el protagonista de la película se pregunta casi agonizante como ha podido llegar a su situación. “Todo comenzó hace 36 horas” nos dice la voz en off antes de adentrarse en un verdadero tour de force repleto de engaños.

Poco he podido ver de su director, John Farrow: Las fronteras del crimen, Donde habita el peligro, Mil ojos tiene la noche, y la que nos ocupa. Todas ellas ejemplares ejercicios de cine negro clásico, pero quizá es esta última la más peculir de todas ellas. La secuencia de abertura antes descrita se convierte en una declaración de intenciones en cuanto a lo que a puesta en escena se refiere, recurriendo constantemente a los planos secuencia de larga duración que se deslizan al compás de sus personajes en unos escenarios que recurren solo en parte a la iconografía del genero. Porque quizá uno de los elementos más llamativos es su distanciamiento (por lo menos durante la primera parte de la película) con la estética del genero. Las oficinas donde transcurre parte de la acción son un elemento arquitectónico de esta estética distante que por momentos recuerda más a El apartamente, o a ciertas películas de Tatti que al cine negro de la época (por ejemplo las películas de Lang o Preminger). Solo en los últimos minutos se sumerge por completo en el género, y quizá todo lo que lo antecede sea lo más peculiar de la película. Las secuencias se dilatan y la trama se va tejiendo muy lentamente para acelerar en el último tercio, esto crea un contraste muy marcado que le confiere algo de frialdad. Como si de una comedia de periodísmo, se pasara al thriller. Algo que personalmente considero un acierto que le da otro punto de vista. Se podría decir que pese a que su historia es puramente cine negro, ni la manera en la que filma los espacios en los dos primeros tercios, ni la estética propia de estos espacios, ni sus recursos humorísticos (impagable la secuencia de la dibujante abstracta) son habituales del género.


Cabe destacar, casi a modo de curiosidad, la constante presencia del relojes a lo largo de los 90 minutos. Y no solo como elemento decorativo, sino que se podría entroncar con los escenarios de la acción en ese sentir casi mecánico. Un reloj se convierte en instrumento del crimen, un reloj será una de las pistas a segur, otro reloj será el encargado de desvelar el escondite del protagonista...

No hay comentarios:

Publicar un comentario