EL RELOJ ASESINO (John Farrow, 1948)
Como tantas películas de la época dorada de Hollywood, esta es la película de un crimen, y de un falso culpable que luchará hasta su último aliento por demostrar su inocencia. Protagoniza la cinta un correcto Ray Milliand (quien trabajó a las ordenes de Hitchcock, Tourneur, Wilder, Cukor, Leisen...), junto a Maureen O'Sullivan y al gran Charles Laughton. La película es una adaptación de una novela de Kenneth Fearing, y en 1987 conocería una nueva adaptación con No hay salida, película de Roder Donaldson protagonizada por Kevin Costner y Gene Hackman.
La película se inicia con una
panorámica de la ciudad de Nueva York por la noche ligeramente
contrapicada, y poco a poco va cerrando el plano hasta introducirse
en el interior de uno de los edificios de oficinas en el que el
protagonista de la película se pregunta casi agonizante como ha
podido llegar a su situación. “Todo comenzó hace 36 horas” nos
dice la voz en off antes de adentrarse en un verdadero tour de force
repleto de engaños.
Poco he podido ver de su director, John
Farrow: Las fronteras del crimen, Donde habita el peligro, Mil ojos
tiene la noche, y la que nos ocupa. Todas ellas ejemplares ejercicios
de cine negro clásico, pero quizá es esta última la más peculir
de todas ellas. La secuencia de abertura antes descrita se convierte
en una declaración de intenciones en cuanto a lo que a puesta en
escena se refiere, recurriendo constantemente a los planos secuencia
de larga duración que se deslizan al compás de sus personajes en
unos escenarios que recurren solo en parte a la iconografía del
genero. Porque quizá uno de los elementos más llamativos es su
distanciamiento (por lo menos durante la primera parte de la
película) con la estética del genero. Las oficinas donde transcurre
parte de la acción son un elemento arquitectónico de esta estética
distante que por momentos recuerda más a El apartamente, o a ciertas
películas de Tatti que al cine negro de la época (por ejemplo las
películas de Lang o Preminger). Solo en los últimos minutos se
sumerge por completo en el género, y quizá todo lo que lo antecede
sea lo más peculiar de la película. Las secuencias se dilatan y la
trama se va tejiendo muy lentamente para acelerar en el último
tercio, esto crea un contraste muy marcado que le confiere algo de
frialdad. Como si de una comedia de periodísmo, se pasara al
thriller. Algo que personalmente considero un acierto que le da otro
punto de vista. Se podría decir que pese a que su historia es
puramente cine negro, ni la manera en la que filma los espacios en
los dos primeros tercios, ni la estética propia de estos espacios,
ni sus recursos humorísticos (impagable la secuencia de la dibujante
abstracta) son habituales del género.
Cabe destacar, casi a modo de
curiosidad, la constante presencia del relojes a lo largo de los 90
minutos. Y no solo como elemento decorativo, sino que se podría
entroncar con los escenarios de la acción en ese sentir casi
mecánico. Un reloj se convierte en instrumento del crimen, un reloj
será una de las pistas a segur, otro reloj será el encargado de
desvelar el escondite del protagonista...

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