Kim Essenim es un dramaturgo que viaja en un coche con un
amigo, escritor también, y una “discípula”. La película se inicia con planos
lejanos de la Rusia rural por donde deambula el coche, y la música de Schubert
que da pie al primer conflicto avecina ya el tono casi irónico que empapa la
película. Luego aparece esa Rusia de piedras blancas, majestuosa. Imponente. Que
irrumpe con voz ajena los pensamientos de Kim. Amigo de la patria, enemigo del
estado.
Los primeros cinco minutos son una declaración de intenciones
por parte de Panfilov, en lo que a la puesta en escena se refiere, funcionando mediante
un conjunto de planos lejanos en la mayoría de las conversaciones, mientras que
en los pensamientos se dedica al primer plano. Puede parecer todo muy banal,
pero tiene algo extraño que igual tiene que ver con el distanciamiento que
adopta para con sus personajes y con la historia. Es como si Kim tomara aire en
las escenas de exterior, con un encuadre alejado que en la mayoría de los casos,
via zoom, se acerca hasta el personaje (o personajes), y que sirve de
contrapunto con las escenas interiores, en las que los planos son mucho más cercanos
y cambiantes, y en las que las perspectivas y los reflejos en los cristales le
confiere una sensación, no solo estética, sino dramática, mucho más marcada. Los
únicos planos exteriores en los que se busca un acercamiento al protagonista
son aquellos inequívocamente Godardianos, en los que se le ve de espaldas,
mientras la voz en off (presente a lo largo de toda la película, en ocasiones,
incluso, reiterativa) recalca alguna de sus muchas divagaciones. Y yo
sinceramente si veo un especial interés por el autor en diferenciar los planos
exteriores de los interiores, y no solo estéticamente. En el último tercio de
la película (concretamente en la que el protagonista va a casa de la chica y al
encontrar la puerta abierta decide entrar), se ve un interés enorme por
recalcar mediante el plano/contraplano. Los pensamientos de Kim ya no tienen
relevancia, y el peso dramático de la secuencia viene por la posición de los
cuerpos en un encuadre ya establecido. Es aquí cuando la película adquiere un
carácter más teatral, y no obstante, es cuando a mi parecer alcanza el clímax
emocional. Es como si Panfilov tuviese que despojarse de los recursos
cinematográficos para llegar a su propia verdad, y como si la empatía viniese
dada por la posición de los cuerpos , y no por los movimientos de la cámara. No
es una película elegante, sino seca y desgarrada. En ese sentido, y atendiendo
a la época en la que se rodó, parece que sus influencias tienden más al cine
francés de la época, como Garrel en los interiores, Godard o Rivette, y a
ciertos maestros norteamericanos como Ray, Peckimpagh, Cassavettes o Bukowski;
que a la cinematografía rusa clásica.

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