Lilith

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miércoles, 21 de enero de 2015

LOQUILANDIA (H.C.Potter, 1942)





“Cualquier semejanza entre Loquilandia y una película es pura coincidencia”. Con estas palabras se inicia una de las películas más delirantes de la historia del cine. Rodada en 1942 por H. C. Potter (absolutamente desconocido para mí), parece evidente que su principal influencia son las películas de los Hermanos Marx, aunque su discurso metacinematográfico vaya más allá (eso sí, en cuanto al nivel de depuración estilística está unos pasos por detrás de las mejores obras de los Marx).

Básicamente el argumento va sobre la película proyectada (dentro de la propia película) en la que los cómicos Ole Olsen y Chic Johnson, contratan a un guionista para que haga una película. Tenemos así diferentes capas dentro de la propia película que van interactuando entre ellas. De esta manera podemos ver a Olsen pedir al proyeccionista que rebobine la propia película en la que él es proyectado, y a su vez, interactuar con los personajes de la película que ellos mismo hacen dentro del film. La narrativa clásica brilla por su ausencia y en su lugar encontramos un mosaico surrealista en el que las historias se van solapando y saltandose totalmente cualquier atisbo de verosimilitud. Así pues, en Loquilandia encontramos gente que vuela o desaparece, que mueren y resucitan, animales que hablan, números musicales (impagable el baile de los negros), parodias de Frankenstein o Ciudadano Kane (¡en el año 42!) y, sobretodo, una sensación de libertad total en la que el cine propone sus propias normas ajenas a la realidad.




Es innegable que la dirección de Potter es correcta en todo momento y que incluso en algunas secuencias demuestra una agudeza visual notable, pero tengo la sensación de que de haber sido rodada por Leisen, La Cava o Preston Sturgues, estaríamos hablando de una de las mejores comedias de la historia. Es una película absolutamente radical y loca, una parodia de Hollywood, un musical y, por encima de todo, es una película desternillante.  



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martes, 20 de enero de 2015

CARA DE AMOR (Jean Grémillon, 1937)




Resulta llamativo la poca difusión que han tenido en España las películas de Jean Grémillon uno de los mejores representantes de la hornada de cine francés de los años 30 (Renoir, Carné, Duvivier o Clair).

La película que nos ocupa narra la relación amorosa entre Jean Gabin y Mireilla Balin. Él un cautivador militar del ejercito francés, ella una bella joven. En la película confluyen algunos de los elementos más representativos del cine francés de la época, es decir: la guerra (vista en ese caso como fondo), el romance (que solo existe en pinceladas), el galán (que deja de serlo conforme avanza la película), la femme fatale (que realmente no lo es), el crimen (que no funciona como detonante de la trama), incluso el cine social (visto muy fugazmente). Pero todo estos elementos estan vistos de manera muy sutil, casi solo apuntada. Es encomiable como Grémillon sabe mostrar sin ser reiterativo ni utilizar ninguna redundancia argumental.

La elegancia caracteristica de Grémillon está presente a lo largo de toda la película. Con una puesta en escena sobria y contenida, pero con recursos brillantes. Como el uso de los claroscuros, los primeros planos y los de detalle, aquí valiéndose del potencial icónico de su protagonista.
Da la sensación al ver la película de que es sentimiento trágico de la cinta no viene por una concatenación de sucesos, sino que viene únicamente por el aire de tristeza y melancolía que emana, y en ese sentido podría ser una especie de melodrama introspectivo. Más cercano a la modernidad de Cassavettes que a Sirk. Aquí la tragedia viene dada por la aceptación o no de unos sentimientos, a diferencia de muchas películas en las que son los propios sentimientos que terminan erosionando en una nueva tragedia que suelen ser los acontecimientos que la forman.

También destacar el trabajo de Charles Spaak, autor de los guiones de La gran ilusión o La kermesse heroica, además de ser habitual de Duvidier o Feyder. La gran empatía por los personajes viene dada por sus lineas y las relaciones que se van trazando. En Cara de amor hace falta muy poco para apuntar todos sus temas, los diálogos son directos, sin rodeos, pero elegantes y conmovedores. Con muy poco consigue hacer que las relaciones que se establecen sean absolutamente creíbles. Aunque desconozco hasta que punto estaban sintetizados ya esos guiones en la novela de André Beucler.

Película
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Subtítulos
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