UN ENEMIGO DEL PUEBLO (Henrik Ibsen, 1882)
El doctor Thomas Stockmann es poseedor de una verdad, una verdad dolorosa y cruel con su comunidad, pero una verdad irrefutable. Las aguas del balneario del pueblo tienen un elemento nocivo para la salud y tiene que ser sometido a una costosa rehabilitación para poder seguir funcionando. Su verdad se verá sometida a los intereses económicos de la clase política. A la imposibilidad de esta de dar soluciones reales a hechos concretos. Y a lo absurdo de una burocracia que se antepone a los problemas reales del hombre. En este caso la salud, la vida. Este enfrentamiento entre el héroe de valores anacrónicos (Thomas Stockmann) en un mundo despojado de una verdadera moral, con la clase política (personificada en su propio hermano, el alcalde Hans Stockmann) y los medios de comunicación (Haustad y Billing), se convertirá en una batalla épica entre la razón objetiva y la estulticia de las masas.
El doctor Stockmann es un poeta, el único personaje que se mueve por la justicia. Al inicio de la obra se nos muestra como una persona noble e ingenua. Sin egoísmo ni maldad. Es el héroe guiado por la razón y ajeno a la regla del juego, esa regla que guía los pasos de las masas en todas las capas de la sociedad. Si en Renoir era el fingido equilibrio amoroso de una burguesía que se engañaba a si misma, en Ibsen es el ocultar directamente las verdades bajo el amparo de la conveniencia económica y social. Hasta el acto cuarto Stockmann es ingenuo, porque permanece ajeno al pueblo, en un sentido físico. La palabra pueblo es vista como algo absoluto, algo inherente a la persona (Stockmann pasó largos años en el Norte, con el único deseo de volver algún día a su pueblo), algo a lo que hay que proteger y resguardar. Tras una serie de disputas con la oposición, el doctor se dispone a dar una conferencia en la que pueda explicar a los habitantes del pueblo los problemas del balneario, cuando su intervención es boicoteada por su hermano y demás fuerzas políticas y de comunicación. De manera burda y demagoga consiguen enfrentar al pueblo con el doctor, que horrorizado por el espectáculo parece ver la luz y transformarse en una especie de superhombre, guiado por la razón, que derriba toda corrección que oculta las verdades dolorosas. El pueblo es ignorante, y por supuesto no todas las personas somos iguales. El doctor comienza rogando al pueblo un entendimiento que le es negado sin razón, y cuando cansado y dolido ataca con verdades se convierte inmediatamente en un enemigo del pueblo. En un enemigo de la masa. Y yo creo que cualquier persona brillante tiene que ser enemigo de la masa.
A partir de ese momento el doctor experimenta una renovación en su pensar. Los acontecimientos le hacen reivindicar su idea, y distanciarse irreparablemente de su pueblo. Ya no desea su comprensión, desea una especie de venganza en la que revelar la verdad sea el único triunfo, en mostrar la verdadera cara de la nobleza a una masa que, ajena a ella, es también ajena a la belleza. Pura fuerza bruta.
El final de la obra es la declaración de intenciones de un hombre convencido de si mismo, que desea ser el mismo quien instruya a sus propios hijos para que no caigan en el error del hombre mediocre. En uno de los momentos finales Stockmann reza ¡Ahora soy el hombre más fuerte del mundo! Y ciertamente esa es la sensación que da. Probablemente aquel que posea la verdad, seguirá siendo el vencedor a pesar de perder en la batalla. En ese sentido me parece que esta obra de Ibsen no es sino el retrato de un cambio en la percepción de un hombre justo, pero en en relación a sus ideales, sino al contexto en el que se permite que las almas nobles sean apaleadas.
Publicada en 1882, Un enemigo del pueblo se erige como una de las cumbres de Henrik Ibsen. Son evidentes los paralelismos que se podrían encontrar entre la sociedad descrita en la obra (finales del siglo XIX) y la actual. Y da que pensar hasta que punto los medios de comunicación tienen un determinado peso en la conciencia social de las personas. Yo no la veo como una fabula ecologista, ni como una defensa a ultranza de nuestro patrimonio natural aunque por supuesto también se puede interpretar así. Sino como un alegato en favor de la justicia y la verdad. Es curioso, en ese sentido, el personaje de Holster, capitán de barco y por lo que se desprende de la narración, el único amigo real del doctor Stockmann. Me parece de gran importancia el detalle de que sea capitán de barco. Es una persona solitaria, ajena a los postulados sociales que de manera hipócrita rigen al pueblo, no es solo un detalle romántico, es una justificación de una determinada manera de actuar frente al mundo. Cuando el pueblo vuelve la espalda al doctor Stockmann él es el único que muestra su respaldo. Y no lo hace de manera enfática, recalcando el valor de la amistad y exacerbando valores que por si solos ya tienen el peso suficiente. Sino que lo hace desde un cierto distanciamiento, casi con frialdad, como si, en contra de lo evidenciado por el pueblo, los valores de la justicia se cayesen por su propio peso.
Hay algo común en todas las obras que he podido leer de Ibsen, y es que su protagonista, siempre se ve movido por un acontecimiento que lo trasciende y lo zarandea, para finalmente obrar en él una transformación. En algunas ocasiones, como en Pato Salvaje, esto acaba tornándose en tragedia irreparable. O haciendo que su protagonista termine debilitado, como en La casa de muñecas. Pero en Un enemigo del pueblo, la sensación final es de euforia. Es como si el protagonista se convirtiese en ese hombre superior del que hablaba Nietzsche en su Zaratustra, y ahora sí fuese un héroe.

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